La dignidad tiene su raíz en el mérito. Dice la Real Academia que lo digno es tener méritos para recibir algo. La segunda acepción es aún más poderosa: Correspondiente, proporcionado al mérito y condición de alguien o algo. Finalmente, la quinta acepción tiene validez para el propósito de este mensaje: que puede aceptarse o usarse sin desdoro. Si se deseara profundizar en el término etimológico, dignidad viene del latín “Dignitas”, que a su vez tiene raíz en en “Dignus”, el cual es un vocablo que tiene la misma raíz “Dek” (acción de tomar o aceptar).
Si se analizan estas definiciones, podríamos concluir que las dos primeras acepciones de la Real Academia, fijan los parámetros objetivos de lo que implica ser propietario de la dignidad. En ambos casos, no puede obviarse la tensión proporcional que se evidencia en términos como correspondencia y mérito. Cuando algo corresponde, la pregunta siempre debe ser ¿está correspondido, y en qué medida lo está?, y esto mismo para el mérito ¿de cuánto mérito somos propietarios como para merecer o ser dignos de la correspondencia? hasta ahora, seguimos en meros análisis objetivos, y si bien este análisis es un mero cálculo del lenguaje, los términos son consistentes. Pero, no es suficiente, al menos para los efectos de una palabra con tal carga humana, como lo es la dignidad.
Hablar de dignidad sin hablar de ética mutila este análisis. Pierde potencia. Es un cascarón vacío. El peso, o dicho de otra forma: el contenido de este ejercicio estará determinado por cuán éticamente funciona el mérito y la correspondencia de tales méritos como para poder afirmar que somos dignos, o hemos agotado los esfuerzos por alcanzar tal dignidad.
En lo que respecta a la dimensión ética de este ejercicio, la quinta acepción de la Real Academia sobre la dignidad ayuda: “puede aceptarse o usarse sin desdoro”. El término “desdoro” proviene de “desdorar” o “quitar el oro” que en la segunda acepción implica mancillar la virtud, reputación o fama. Si bien estos términos parten de un vocablo netamente sensorial como la pérdida del brillo, por el momento sirven para el propósito de analizar la dimensión ética del término dignidad.
Si se decide aceptar algo que nos acerque a la virtud, se está tomando una decisión ética con total compresión y responsabilidad de que lo que se recibe sacia una necesidad para una producción. Dicho de otra forma, la acción de usar lo buscado para producir, dignifica al hombre porque lo hace más libre. Producir no es posible sin producirse, y aquí es fundamental entender la muy vital parte que ocupa la ética en las decisiones que se toman para producirnos y producir. Muy superficialmente, ética puede entenderse desde su etimología: el esfuerzo por conservar el hogar, la morada. Cuando tomamos la decisión de apropiarnos de algo es porque la decisión provino de un diagnóstico justo sobre lo que nuestro hogar necesita para convertirse en una mejor morada. Mejor morada porque alentará la vida propia (a través de la mejores condiciones para seguir produciéndonos) y las de otros (que otros ganen con nuestra ganancia). Esta reflexividad y transitividad de la producción están conectadas necesariamente para que el contenido ético de la dignidad funcione (esto puede verificarse con la definición de ética a través de los niveles de apropiación del ser), pues en el momento que procuro de bienes para mejorar mi morada, estaré dependiendo de la producción de otros humanos, entonces ¿cómo entonces no ocuparme porque los que producen, produzcan? esto es de vital importancia.
Pudiéramos concluir entonces que la dignidad es el resultado de un accionar ético. Nos dignificamos cuando logramos perfeccionarnos por las producciones que despleguemos, y a su vez, perfeccionamos a nuestros coetáneos.
La experiencia me ha enseñado que la dignidad no está garantizada. Por el contrario, podría requerir encarnadas luchas, y muchas de esas luchas podrían ser con nosotros mismos, que a veces perdemos la justa estima propia como para entender que merecemos mejores resultados. La lucha propia puede ser quizá la más difícil, y cuando externos obnubilado por las pasiones ciegas identifican que nosotros mismos no entendemos lo que es la dignidad, entonces inevitablemente seremos objeto de la dominación de estos agentes. Y el poder de su dominación radicará en separarnos cuánto más se pueda de entender qué es la dignidad, y esto no es más que separarnos de la libertad. No es en vano que en estos ecosistemas tóxicos, lo que abunda es la escasez, y entendiendo la escasez desde sus definiciones: “escasear” (acepción #2: dar poco, de mala gana y haciendo desear lo que se da); y la etimología de “escaso”, la cual proviene de vocablos que definen el accionar de “escoger, separar, poner aparte”.
Es por esto que la dignidad no es gratuita, y no en el sentido mercantilista. No es gratuita desde el punto de vista de la inversión de esfuerzo humano del que se requiere para alcanzarla y defenderla una vez obtenida. Pero nada de esto será posible sin antes entendernos y definirnos como merecedores de lo que todo humano es digno de para su libertad.
Reflexiones obre La Dignidad
Publicado por
Proserpina ,
domingo, 19 de agosto de 2018
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18:26
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